«Los Amigo» de Luis Alberto Spinetta, por Alfredo Rosso

El reconocido periodista cuenta cómo es el disco con nuevas canciones del Flaco que se acaba de editar.

Detrás de nuestra enorme alegría está el artista, y detrás del artista está la belleza. Y junto con la belleza, la humanidad en sus múltiples facetas: el amor, obtenido, extrañado, anhelado. La mortalidad, ya no como hipótesis, sino como realidad tangible, da paso a un existencialismo casi calmo. Y eso es solo una lectura primeriza, simplista, diría una reacción animal, refleja, de mi primera escucha a fondo de «Los Amigo».

La realidad es que «Los Amigo» nos enfrenta a una obra concreta, completa. Ya no importan los detalles internos, la afirmación de los músicos acerca de lo informal de las sesiones y su clima distendido: el hecho es que cuando lo escuchamos Los Amigo lo que sale a la superficie es una serie de composiciones que –quiérase o no- nacieron para estar juntas.

Los Amigo no se pensó como un álbum, ni siquiera como un disco redondo, completo, acabado. Nació como una serie de zapadas informales entre Spinetta en guitarras, Daniel Ferrón en el bajo y Rodolfo García en la batería. Un encuentro de días miércoles que fue adoptando su propia dirección cósmica, como aquella nave de fibra del Capitán Beto. Y el resultado sorprendió a los propios músicos. Y nos sorprende a nosotros, oyentes, porque Los Amigo es Spinetta en su máxima pureza. Una obra completa en sí misma, en musicalidad, en poesía, en su onda expansiva.

Comenzando la aventura gozosa de sus digitales surcos, el groove jazzero de Apenas floto nos enfrenta de lleno con esa voz tantas veces escuchada y tantas veces renovada en nuevas vertientes, en caminos conocidos que abren nuevos senderos. “… Mientras el mundo gira porque sí y uno lo mira / ya no pretendo que me digas adiós / ya que es muy tarde / y es así como la vida viene y va.” Escalofrío.

La piel reacciona de nuevo, a pleno, enseguida, con Iris, una canción de amor definitiva, una canción de amor para llevar siempre cerca del corazón, para desdoblar su letra de algún papel ajado, para dejar correr su melodía en cualquier madrugada, para sentir otra vez esa voz amiga, entonando estrofas que hacen equilibrio en el borde mismo de la resignación sin terminar de caer en ella. Un amor evanescente evocado desde la distancia de un más allá y la cercanía de la confesión. La fuerza dramática resaltada con sobriedad por la Kashmir Orquesta; mérito aparte para los arreglos de Claudio Cardone. Asombro.

Los Amigo se hizo entre amigos, entre personas fortalecidas por ese enorme lazo, que por la misma esencia de ese vínculo, no tienen necesidad de manifestarlo a los gritos. Surge por sí mismo de los surcos digitales en la elegante austeridad de El cabecitero y sus climas múltiples, inesperados en la guitarra de Luis; la base rítmica de Ferrón y García respondiendo con comentarios cómplices. Colores delicados como los del propio fotógrafo familiar itinerante que inspiró el título, aquel del fotoshop orgánico que resaltaba las humildes bellezas barriales. Dos temas más tarde, el trío volverá a desplegar su espacioso paisaje jazzero, sus pausas y sus leves crescendos, en El gaitero, una vez más con la guitarra de Spinetta en un admirable equilibrio de buen gusto y economía. Goce.

Bagualerita tiene el misterio de los grandes espacios. Retazos de la mística Castanediana de tiempos de Jade pero bajo un cielo de nuestro norte: valle, murallas, rocas, luna. Spinetta a sus anchas, modulando la voz como quien pasa por esos caminos fijando los detalles, pensando en los símbolos. Una guitarra aguerrida subraya, el teclado del Mono Fontana ofrece un sutil matiz extra. Misterio.

¿Cómo escuchar Spìnetta cantar “…Asciende al resplandor, sí / que ya no te asusta el dolor / y ayúdame a saber de mí / no aprendo como soy…” y permanecer impasible? Estamos en Canción del lugar, otro punto central del disco y su recoleto esbozo de esperanza se apoya en un delicado trabajo de Cardone en teclados, arreglos y unos imaginativos efectos que nunca son intrusivos. Unción.

Si Los Amigo concluyese con ese sexto gran tema, ya sería una obra maestra. Para estos oídos al menos. Pero nos quedan todavía dos sorpresas: una versión acústica de Iris que ratifica su belleza en un nuevo contexto, y el misterioso Río como loco, un esbozo, una serie de puntos suspensivos indicativos de otros rumbos posibles que podía haber tomado una versión distinta, más “planeada” de Los Amigo, de haber habido justo lo que no sobraba: tiempo.

Sin embargo, nada falta en Los Amigo tal cual está, tal cual es. Con la suma y el aporte invalorable de estos grandes músicos, con el arte balsámico del mejor Spinetta, este es un disco poderoso. Y necesario.

 

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